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Crónica de elecciones en los confines originarios

Crónica de elecciones en los confines originarios

Vientos de octubre por Mariano Gonzales

El hombre que reposaba en la puerta, nos ordena con los dientes apretados ponernos de pie para ir hacia una de las escuelas. Ahí donde somos pasado. Donde enseñan a los niños cuán salvajes somos y a mirarnos con desprecio o con compasión siempre y cuando permanezcamos en blanco y negro, inmóviles e inofensivos sobre la hoja de papel.

Lentamente nos dirigimos a las urnas. El hombre de bigotes camina delante de nosotros con aires de patrón. Cientos de ojos controlan la escena. Sus miradas son puñales a nuestra identidad, pero ni uno es capaz de posar su mirada en nuestros ojos. Nos miran, pero no nos ven. La policía ha ocultado sus uniformes pero no pueden con sus mañas.

Finalmente salimos de la escuela donde desde de las paredes nos miran los próceres con las manos llenas de sangre hermana. Otra vez nos llevan a la impune sede. Por última vez me asomo por la ventana que ha visto florecer mis arrugas y que he visto oxidarse año tras año.

Salgo del encierro a esa hora en la que un naranja intenso precede a una frágil luna. Me miro los pies cansados y mis manos ya ancianas, fatigadas de tejerme. Mis oídos olvidaron algunas palabras y mis ojos se nublaron un poco.

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Érase una vez esta Argentina...

Érase una vez esta Argentina...

LA HISTORIA DE MARIA RAMIREZ, A QUIEN UNA JUEZA DE LA DICTADURA CONDENO A UN HOGAR DE MENORES

Las madrastras o las cenicientas de los cuentos de los hermanos Grimm no alcanzan para imaginar lo que sucedió en Buenos Aires a partir de la noche del 14 de marzo de 1977. Después de un operativo, la policía depositó a tres niños en una casa de huérfanos de Banfield en la que conocieron durante siete larguísimos años el socavón del infierno del que todavía, en ocasiones, no terminan de entender si de verdad han salido alguna vez.

“Nos despertaban con agua fría a la mañana”, explica María Ramírez, una de aquellos niños. “Nos daban de tomar el mate cocido y un pan con azúcar y manteca y después íbamos a la escuela, pero yo me dormía por lo que había vivido a la noche. A la hora de comer, como el ambiente en la casa era muy tenso porque el viejo Manuel aparecía y siempre tiraba cucharas y se enojaba con algo, yo no comía. No me gustaba la comida y a veces me ponía muy mal y me castigaban. Me hacían ir a comer con los perros. Me sacaban al patio, y ahí comía en el plato de los perros. Era un asco, pero hasta los perros son más humanos que la gente, así que no era tanto el asco que yo sentía en esos momentos.”

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Dictadura y represión cultural

Dictadura y represión cultural

La ilimitada fantasía puede ser seriamente peligrosa

Libros malditos. Perseguidos, prohibidos, quemados...- Por Eliana Lacombe 

..."Comenta la escritora Laura Devetach que no se podía usar la palabra ’alpargatas’, debía decirse ’calzado’. Esta autora de cuentos para niños radicada en Córdoba por aquella época, sufrió la censura en carne propia en mayo del ‘79, cuando por resolución Nº 480 del Ministerio de Educación y Cultura de Córdoba, se prohibió su obra La Torre de Cubos. Los argumentos fueron: ’graves falencias como simbología confusa, cuestionamientos ideológicos-sociales, objetivos no adecuados al hecho estético, carecer de estímulos espirituales y trascendentes...’ y entre otras cosas terribles por: ’ilimitada fantasía’. Claro que en cualquier otro contexto socio-político, esa calificación le hubiera valido un premio"...

La torre de cubos - Laura Devetach

Elsa Bornemann - Un elefante ocupa mucho espacio

Para el tp sobre la tapa de Clarín

Para el tp sobre la tapa de Clarín

Para quienes no encontraron el texto de Agamben, va el enlace:

http://fec3.blogspot.com/2007/07/qu-es-un-campo-giorgio-agamben.html

Está disponible en "Textos completos", en la etiqueta "Agamben". (Ver en la columna de la derecha de este blog y en el blog asociado)

Latinoamericanos - Eduardo Galeano


Dicen que hemos faltado a nuestra cita con la Historia, y hay que reconocer que nosotros llegamos tarde a todas las citas.
Tampoco hemos podido tomar el poder, y la verdad es que a veces nos perdemos por el camino o nos equivocamos de dirección, y después nos echamos un largo discurso sobre el tema.
Los latinoamericanos tenemos una jodida fama de charlatanes, vagamundos, buscabroncas, calentones y fiesteros, y por algo será. Nos han enseñado que, por ley de mercado, lo que no tiene precio no tiene valor, y sabemos que nuestra cotización no es muy alta. Sin embargo, nuestro fino olfato para los negocios nos hace pagar por todo lo que vendemos y nos permite comprar todos los espejos que nos traicionan la cara.
Llevamos quinientos años aprendiendo a odiarnos entre nosotros y a trabajar con alma y vida por nuestra perdición, y en eso estamos; pero todavía no hemos podido corregir nuestra manía de andar soñando despiertos y chocándonos con todo, y cierta tendencia a la resurrección inexplicable.

Patas arriba, la escuela del mundo al revés (1998)

Sobre amores y lágrimas - Homenaje a Mario Benedetti

 

Una poesía de Mario Benedetti (porque sus palabras cantaron al amor, a la verdad, a la memoria, al pueblo, a la vida), acompañadas con imágenes del grupo Escombros y música en guitarra de Abel Carlevaro

Las heridas y los muertos como señal de identidad

Las heridas y los muertos como señal de identidad

Un relato sobre Malvinas narrado desde el presente

 

En Fantasmas de Malvinas, el historiador y cronista Federico Lorenz les pone el cuerpo a las islas para ofrecer un relato de viajes que, interpretando los restos del pasado, se convierte en contracara de la efemérides canónica

 

"¿Se puede volver a un lugar en el que nunca se estuvo? ¿Es posible caminar nuevamente por senderos que jamás conocieron nuestros pies, pero que nuestros oídos, nuestros ojos, nuestros sueños transitaron muchas veces? La Historia ha hecho que muchos de nosotros hayamos estado en las islas Malvinas sin haber siquiera llegado al archipiélago, hasta que un azar, un plan, o un deseo realizado, nos llevan un sábado al mediodía a aterrizar en Mount Pleasant, a sentir cómo nos sellan el pasaporte, precio mínimo a pagar para que las ráfagas de un viento prohibido nos azoten la cara como en nuestra propia casa.

 

Eso es lo que yo hice, y sobre esa experiencia es este libro. En marzo de 2007, un documental radial para la BBC me dio la posibilidad de viajar a las islas: debía registrar las experiencias de un historiador en su visita al archipiélago. Para hacerlo dialogué con isleños, acompañé a ex soldados mientras visitaban sus antiguas posiciones y contemplé los cielos de las islas que cambian minuto a minuto, sólo para agregar un poco más de misterio a un lugar plagado de ellos. Los textos que van a leer son un viaje dentro del viaje. Son las imágenes que despertaron en mi memoria mis recorridos por las islas.... la mayoría, como problema, estaba allí mucho antes de que la posibilidad de viajar a las islas existiera..."

 

Lorenz, Federico. Fantasmas de Malvinas, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2008 (Fragmento)

 

Tomado de:

www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/

subnotas/13424-3984-2009-04-05.html

 

Más información en: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-13424-2009-04-05.html

 

 

Patas arriba

Patas arriba

 

"Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otro no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.

¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas, nuestra única libertad posible? El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo recomienda. Es su escuela, escuela del crimen, son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que no busque su aliento. Ni tampoco escuela que no encuentre su contraescuela." 

Eduardo Galeano en Patas arriba. La escuela del mundo al revés.

El subrayado no es del original.

Fotografía: “Cielo argentino con escombros” N. Puzzolo, 2002

 

 

 

Celebración de la amistad/1

Celebración de la amistad/1

En los suburbios de La Habana, llaman al amigo mi tierra o mi sangre.

En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave: pana, por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma; y llave por...

- Llave, por llave - me dice Mario Benedetti.

Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror, él llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves, de cinco casas, de cinco amigos: las llaves que lo salvaron.

 

Galeano en El libro de los abrazos

Imagen: Marcelo Brodsky  “Las llaves. América 34.” Barcelona, 1979.


 

A los chicos de 5to.

Para encontrar el primer TP, busquen en Archivos: marzo 2007

Luego, si quieren empezar a recorrer los trabajos siguientes... miren en marzo del año pasado.

Suerte para este año.

¡Bienvenidos!

El caso Gaspar - Elsa Bornemann

El caso Gaspar - Elsa Bornemann

Aburrido de recorrer la ciudad con su valija a cuestas para vender —por lo menos— doce manteles diarios, harto de gastar suelas, cansado de usar los pies, Gaspar decidió caminar sobre las manos. Desde ese momento, todos los feriados del mes se los pasó encerrado en el altillo de su casa, practicando posturas frente al espejo. Al principio, le costó bastante esfuerzo mantenerse en equilibrio con las piernas para arriba, pero al cabo de reiteradas pruebas el buen muchacho logró marchar del revés con asombrosa habilidad. Una vez conseguido esto, dedicó todo su empeño para desplazarse sosteniendo la valija con cualquiera de sus pies descalzos. Pronto pudo hacerlo y su destreza lo alentó.

 

—¡Desde hoy, basta de zapatos! ¡Saldré a vender mis manteles caminando sobre las manos! —exclamó Gaspar una mañana, mientras desayunaba. Y —dicho y hecho— se dispuso a iniciar esa jornada de trabajo andando sobre las manos.

 

Su vecina barría la vereda cuando lo vio salir. Gaspar la saludó al pasar, quitándose caballerosamente la galera: —Buenos días, doña Ramona. ¿Qué tal los canarios?

 

Pero como la señora permaneció boquiabierta, el muchacho volvió a colocarse la galera y dobló la esquina. Para no fatigarse, colgaba un rato de su pie izquierdo y otro del derecho la valija con los manteles, mientras hacía complicadas contorsiones a fin de alcanzar los timbres de las casas sin ponerse de pie.

 

Lamentablemente, a pesar de su entusiasmo, esa mañana no vendió ni siquiera un mantel. ¡Ninguna persona confiaba en ese vendedor domiciliario que se presentaba caminando sobre las manos!

 

—Me rechazan porque soy el primero que se atreve a cambiar la costumbre de marchar sobre las piernas... Si supieran qué distinto se ve el mundo de esta manera, me imitarían...Pacienci

 

a... Ya impondré la moda de caminar sobre las manos... —pensó Gaspar, y se aprestó a cruzar una amplia avenida.

 

Nunca lo hubiera hecho: ya era el mediodía... los autos circulaban casi pegados unos contra otros. Cientos de personas transitaban apuradas de aquí para allá.

 

—¡Cuidado! ¡Un loco suelto! —gritaron a coro al ver a Gaspar. El muchacho las escuchó divertido y siguió atravesando la avenida sobre sus manos, lo más campante.

 

—¿Loco yo? Bah, opiniones...

 

Pero la gente se aglomeró de inmediato a su alrededor y los vehículos lo aturdieron con sus bocinazos, tratando de deshacer el atascamiento que había provocado con su singular manera de caminar. En un instante, tres vigilantes lo rodearon.

 

—Está detenido —aseguró uno de ellos, tomándolo de las rodillas, mientras los otros dos se comunicaban por radioteléfono con el Departamento Central de Policía. ¡Pobre Gaspar! Un camión celular lo condujo a la comisaría más próxima, y allí fue interrogado por innumerables policías:

 

—¿Por qué camina con las manos? ¡Es muy sospechoso! ¿Qué oculta en esos guantes? ¡Confiese! ¡Hable!

 

Ese día, los ladrones de la ciudad asaltaron los bancos con absoluta tranquilidad: toda la policía estaba ocupadísima con el "Caso Gaspar—sujeto sospechoso que marcha sobre las manos".

 

A pesar de que no sabía qué hacer para salir de esa difícil situación, el muchacho mantenía la calma y —¡sorprendente!— continuaba haciendo equilibrio sobre sus manos ante la furiosa mirada de tantos vigilantes. Finalmente se le ocurrió preguntar:

 

—¿Está prohibido caminar sobre las manos?

 

El jefe de policía tragó saliva y le repitió la pregunta al comisario número 1, el comisario número 1 se la transmitió al número 2, el número 2 al número 3, el número 3 al número 4... En un momento, todo el Departamento Central de Policía se preguntaba: ¿EST«á PROHIBIDO CAMINAR SOBRE LAS MANOS? Y por más que buscaron en pilas de libros durante varias horas, esa prohibición no apareció. No, señor. ¡No existía ninguna ley que prohibiera marchar sobre las manos ni tampoco otra que obligara a usar exclusivamente los pies!

 

Así fue como Gaspar recobró la libertad de hacer lo que se le antojara, siempre que no molestara a los demás con su conducta. Radiante, volvió a salir a la calle andando sobre las manos. Y por la calle debe encontrarse en este momento, con sus guantes, su galera y su valija, ofreciendo manteles a domicilio... ¡Y caminando sobre las manos!

 

Copyright Elsa Bornemann c/o Guillermo Schavelzon & Asoc., Agencia Literaria, info@schavelzon.com

 

Tomado de: http://www.clarin.com/diario/2006/03/19/sociedad/s-00902.htm

 

 

Prohibidas por decreto I

Prohibidas por decreto I

Con fecha, número y firma de autoridades, decretos oficiales mandaron a la quemazón una serie de obras de escritoras argentinas. Estas se hunden aún en un cuasi anonimato, debido al cambalache discepoliano en que deviene la historia de la censura, cuando los oficiosos inflan el globo según el teorema de exagerar la realidad para reforzarla, a lo que se suma la vertiente imaginaria que urden autores con alegatos de persecuciones fantaseadas, las que dan prestigio y venden.

Pero, las verdaderas malditas, las públicamente proscriptas, aquéllas cuyas obras secuestraba la policía federal de librerías, editoriales y bibliotecas, atravesaron un infierno propio. Echémoles una mirada a tales mujeres, en su cuerpo vivo, textual y corporal.

El decreto Nº 1101, del 26 de abril de 1977 del PE, vetó Ganarse la muerte de Griselda Gambaro. En el libro el gobierno halló una "posición nihilista frente a la familia, la moral, el ser humano y la sociedad".

Para la preparación de la sopa censora se echaron también huesos como que esas actitudes constituían una agresión directa a la comunidad y corroboraban la existencia de formas cooperantes de disgregación social, tanto o más disolventes que las violentas.

[...]

Artículo completo disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-11761-2007-12-31.html

 

 

La singularidad de Auschwitz - Enzo Traverso

La singularidad de Auschwitz - Enzo Traverso

La singularidad de Auschwitz - Hipótesis, problemas y derivaciones de la investigación histórica

Fragmentos del Libro AA.VV.: Pour une critique de la barbarie moderne. Ecrits sur l’historie des Juifs et de l’antisémitisme, Éditions Page deux, París, 1997

LA ERA DE LA BARBARIE

En su balance del finalizado “corto siglo XX”, Eric J. Hobsbawm cita un dato estadístico suficientemente elocuente para definir esta época -que denomina “Era de Extremos”- dentro de un horizonte de barbarie: entre la Primera Guerra Mundial y finales de los años ’80, las víctimas de guerras, genocidios y violencias políticas de diferente naturaleza han sido cerca de 187 millones. Esto corresponde a alrededor del 9% de la población mundial a comienzos de la Gran Guerra1. Este recuento llega sólo hasta 1990 y no incluye las muertes de las guerras del Golfo y Yugoslavia, ni tampoco las del genocidio de Ruanda. Para hacerse una idea menos abstracta del significado de tal cifra podemos imaginar un mapa de Europa sobre el cual se ha eliminado a Francia, Italia y Alemania. Imaginemos reemplazarlos por un enorme vacío, por un desierto o -más bien- por un inmenso cementerio; entonces nos haremos una exacta idea del significado de la violencia del mundo moderno. Hobsbawm señala -en efecto- a la barbarie como una de las principales características del “corto” siglo XX. Él remarca la regresión social indiscutible representada por nuestra época respecto de los niveles de “civilidad” alcanzados después de la Revolución Francesa, añadiendo que si la Humanidad no se ha hundido todavía -de manera definitiva e irreversible- en un abismo de barbarie se debe –esencialmente- a la persistencia de los valores heredados del Iluminismo2.

Citando a Von Clausewitz, quien luego de la caída de Napoleón enuncia el principio según el cual los ganadores no tienen derecho de matar a prisioneros de guerra ni de transformar a las poblaciones civiles en blanco de la soldadesca, este principio parecía ser definitivamente incorporado por las naciones europeas. Para tener conocimiento de la mutación que -un siglo y medio más tardesufrieron esas ideas es suficiente con señalar que las víctimas civiles de la Segunda Guerra Mundial -y no el número global de muertes, que se aproxima a 55 millones- superan los 20 millones3. Ante el ideal caballeroso -y a uno casi le gustaría decir “humanista”- de Von Clausewitz, el proyecto de la bomba de neutrones -un arma capaz de eliminar vidas humanas sin dañar las posesiones materiales- aparece como la señal de un trastrocamiento de los valores en otros completamente opuestos. Recordar el número global de víctimas es importante porque las violencias y los genocidios de nuestro tiempo deben mantenerse en la memoria y no deben justificarse por el contexto de un siglo de barbarie. Pero el historiador no puede marcar este hecho en perspectiva. Su tarea consiste en reconstruir -incluso fácticamente, positivamente- el wie eigentlich gewesen, los eventos para intentar interpretarlos. A veces no puede evitar distinguir, comparar, ordenar, clasificar, a riesgo de convertirse en un frío y aparentemente imperturbable clasificador ante los horrendos crímenes. (...)

Ver el texto completo en:

http://fec3.blogspot.com/2008/05/la-singularidad-de-auschwitz-enzo.html

Si esto es un hombre. Primo Levi - En el fondo

Si esto es un hombre. Primo Levi - En el fondo

  

 

 

 

Auschwitz.

“…de aquí sólo se sale por la Chimenea

(¿qué quería decir?, lo aprenderíamos más tarde)”

 

 

 

 

 En el fondo



El viaje duró sólo una veintena de minutos. Luego el autocar se detuvo y vimos una gran puerta, y encima un letrero muy iluminado (cuyo recuerdo todavía me asedia en sueños): ARBEIT MACHT FRU, el trabajo nos hace libres. Bajamos, nos hacen entrar en una sala vasta y vacía, ligeramente templada. ¡Qué sed teníamos! El débil murmullo del agua en los radiadores nos enfurecía: hacía cuatro días que no bebíamos. Y hay un grifo: encima un cartel donde dice que está prohibido beber porque el agua está envenena­da. Estupideces, a mí me parece evidente que el cartel es una burla, «ellos» saben que nos morimos de sed y nos meten en una sala, y hay allí un grifo, y Wassertrinken verbotten. Yo bebo, e incito a mis compañeros a hacerlo, pero tengo que escupir, el agua está tibia y dulzona, huele a ciénaga.



 

Esto es el infierno. Hoy, en nuestro tiempo, el infierno debe de ser así, una sala grande y vacía y nosotros cansados teniendo que estar en pie, y hay un grifo que gotea y el agua no se puede beber, y esperamos algo realmente terrible y no sucede nada y sigue sin suceder nada. ¿Cómo vamos a pensar? No se puede pensar ya, es como estar ya muertos. Algunos se sientan en el suelo. El tiempo trascurre gota a gota.  No estamos muertos; la puerta se ha abierto y ha entrado un SS, está fumando. Nos mira sin prisa, pregunta, “Wer kann Deutsch?”, se adelanta de entre nosotros uno que no he visto nunca, se llama Flesch; él va a ser nuestro intérprete. El SS habla largamente, calmosamente: el intérprete traduce. Tenemos que ponernos en filas de cinco, separados dos metros uno de otro; luego tenemos que desnudarnos y hacer un hato con las ropas de una manera determinada, las cosas de lana por un lado y todo lo demás por otro, quitarnos l os zapatos pero tener mucho cuidado para que no nos los roben.  Robárnoslos ¿quién? ¿Por qué iban a querer robarnos los zapatos? ¿Y nuestros documentos, lo poco que tenemos en los bolsillos, los relojes? Todos miramos al intérprete, y el intérprete le preguntó al alemán, y el alemán fumaba y lo miró de hito en hito como si fuese transparente, como si no hubiese dicho nada.



 

Nunca habíamos visto a viejos desnudos. El señor Bergmann llevaba un cinturón de herniado y le preguntó al in­térprete si tenía que quitárselo, y el intérprete se quedó du­dando. Pero el alemán lo entendió y habló seriamente al intérprete señalando a algunos; vimos que el intérprete tra­gaba saliva, y después dijo:


-El alférez dice que se quite el cinturón y que le darán el del señor Coen.


Se veían las palabras salir amargamente de la boca de Flesch, era su modo de reírse del alemán.   Luego llegó otro alemán, y dijo que pusiésemos los zapa­tos en una esquina, y los pusimos, porque ya no hay nada que hacer y nos sentimos fuera del mundo y lo único que nos queda es obedecer. Llega uno con una escoba y barre todos los zapatos, fuera de la puerta, en un montón. Está loco, los mezcla todos, noventa y seis pares, estarán desparejados. La puerta da al exterior, entra un viento helado y nosotros estamos desnudos, y nos cubrimos el vientre con las manos. El viento golpea y cierra la puerta; el alemán vuelve a abrirla y se queda mirando con aire absorto cómo nos contorsionamos para protegernos del viento los unos tras de los otros; luego se va y cierra.

Ahora es el segundo acto. Entran violentamente cuatro con navajas de afeitar, brochas y maquinillas rapadoras, llevan pantalones y chaquetas a rayas, un número cosido sobre el pecho

Leer el texto completo >

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 Disponible en : http://www.sisabianovenia.com/LeviHombre.htm  

 

 

 

Mafalda

Mafalda

 

Quino

Mafalda. Vol I    

Mafalda. Vol II (1º parte) 

(2ª parte)

Mafalda. Vol. 8   

Mafalda inédita

Tomado de: http://afu.atspace.org/Biblioteca.htm

 

El mundo - Eduardo Galeano

El mundo - Eduardo Galeano  Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.

A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

-El mundo es eso –reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se pude mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.


 Eduardo Galeano en El libro de los abrazos.

El arte y el tiempo

El arte y el tiempo
¿Quiénes son mis contemporáneos? –se pregunta Juan Gelman.
Juan dice que a veces se cruza con hombres que huelen a miedo, en Buenos Aires, París  o donde sea, y siente que esos hombres no son sus contemporáneos.
Pero hay un chino que hace miles de años escribió un poema, acerca de un pastor de cabras que está lejísimos de la mujer amada y sin embargo puede escuchar, en medio de la noche, en medio de la nieve, el rumor del peine en su pelo; y leyendo ese remoto poema, Juan comprueba que sí, que ellos sí: que ese poeta, ese pastor y esa mujer son sus contemporáneos.

Eduardo Galeano en El libro de los abrazos.

Imagen: Frida Kahlo, Moisés o Nucleo solar, 1945

Casa tomada - Julio Cortázar

Casa tomada  - Julio Cortázar ...Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venia impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la puerta antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:
—Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
—¿Estás seguro?
Asentí.
—Entonces —dijo recogiendo las agujas— tendremos que vivir en este lado.

 

Leer el texto completo>

Imagen: Luis Felipe Noé, "Cerrado por brujería, 1963 

 

¿Hacia dónde se dirigen los valores? - Bindé, Jérôme (Director)

Según una idea ampliamente difundida, hoy os enfrentamos a un debilitamiento de aquello que confiere un sentido prmundialización preocupada sólo por el progreso técnico -lo que en el fondo ha conducido a una materialidad sin alma, incapaz de guiar nuestras acciones e indiferente ante la fuerza de los valores-. Esta crisis de valores se pone de manifiesto en el uso de términos como "nihilismo", "pérdida de sentido", "desaparición de los valores" o "choque de civilizaciones" y de valores supuestamente irreductibles. ¿Quiere decir esto que nos dirigimos hacia ofundo a nuestras acciones y a nuestra vida, es decir, a una crisis de valores, propiciada fundamentalmente por una un mundo sin ética? ¿No sería más bien uno de los primeros efectos de la mundialización revelar una pluralidad de culturas y un pluralismo de valores que antes ignorábamos? ¿Asistiremos en el siglo XXI al crepúsculo de los valores, o más bien a la creación de otros nuevos? ¿Serán éstos superficiales, efímeros, singulares, universales o espirituales? ¿Cuál será el impacto de la mundialización y de las tecnociencias sobre los valores, antiguos o nuevos?

Con el propósito de contribuir al debate mundial sobre los grandes retos del futuro, la División de Prospectiva, Filosofía y Ciencias Humanas de la UNESCO promueve desde el año 1997 el ciclo 'Coloquios del siglo XXI', que reúne en cada sesión a diversos científicos, intelectuales, creadores o dirigentes de renombre internacional, procedentes de todos los horizontes, en un espíritu prospectivo e interdisciplinario. Este volumen constituye una antología de las reflexiones presentadas durante los encuentros prospectivos de la décima a la vigésima sesión de los 'Coloquios', que reunieron a numerosos participantes internacionales de primer orden para debatir un tema general: "¿Hacia dónde se dirigen los valores?

Fondo de Cultura Económica, 2006

Ser como ellos - Eduardo Galeano

Ser como ellos - Eduardo Galeano (a Karl Hubener)

Los sueños y las pesadillas están hechos de los mismos materiales, pero esta pesadilla dice ser nuestro único sueño permitido: un modelo de desarrollo que desprecia la vida y adora las cosas.

¿Podemos ser como ellos? Promesa de los políticos, razón de los tecnócratas, fantasía de los desamparados: el Tercer Mundo se convertirá en Primer Mundo, y será rico y culto y feliz, si se porta bien y si hace lo que le mandan sin chistar ni poner peros. Un destino de prosperidad recompensará la buena conducta de los muertos de hambre, en el capítulo final de la telenovela de la Historia. Podemos ser como ellos, anuncia el gigantesco letrero luminoso encendido en el camino del desarrollo de los subdesarrollados y la modernización de los atrasados. Pero lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible, como bien decía Pedro el Gallo, torero: si los países pobres ascendieran al nivel de producción y derroche de los países ricos, el planeta moriría. Ya está nuestro desdichado planeta en estado de coma, gravemente intoxicado por la civilización industrial y exprimido hasta la penúltima gota por la sociedad de consumo. En los últimos veinte años, mientras se triplicaba la humanidad, la erosión asesinó al equivalente de toda la superficie cultivable de los Estados Unidos. El mundo, convertido en mercado y mercancía, está perdiendo quince millones de hectáreas de bosque cada año. De ellas, seis millones se convierten en desiertos. La naturaleza, humillada, ha sido puesta al servicio de la acumulación de capital. Se envenena la tierra, el agua y el aire para que el dinero genere más dinero sin que caiga la tasa de ganancia. Eficiente es quien más gana en menos tiempo. La lluvia ácida de los gases industriales asesina los bosques y los lagos del Norte del mundo, mientras los desechos tóxicos envenenan los rios y los mares, y al Sur la agroindustria de exportación avanza arrasando árboles y gente. Al Norte y al Sur, al Este y al Oeste, el hombre serrucha, con delirante entusiasmo, la rama donde está sentado. Del bosque al desierto: modernización, devastación. En la hoguera incesante de la Amazonia arde media Bélgica por año, quemada por la civilización de la codicia, y en toda América Latina la tierrase está pelando y secando. En América Latina mueren veintidós hectáreas de bosque por minuto, en su mayoríasacrificadaspor las empresas que producen carne o madera, en gran escala, para el consumo ajeno. Las vacas de Costa Rica se convierten, en los Estados Unidos, en hamburguesas McDonald's. Hace medio siglo, los árboles cubrían las tres cuartas partes del territorio de Costa Rica: ya son muy pocos los árboles que quedan, y al ritmo actual de deforestación, este pequeño país será tierra calva al fin del siglo. Costa Rica exporta carne a los Estados Unidos, y de los Estados Unidos importa plaguicidas que los Estados Unidos prohíben aplicar sobre su propio suelo. Unos pocos países dilapidan los recursos de todos. Crimen y delirio de la sociedad del despilfarro: el seis por ciento más rico de la humanidad devora un tercio de toda la energía y un tercio de todos los recursos naturales que se consumen en el mundo. Según revelan los promedios estadísticos, un solo norteamericano consume tanto como cincuenta haitianos. Claro que el promedio no define a un vecino del barrio de Harlem, ni a Baby Doc Duvalier, pero de cualquier manera vale preguntarse: ¿Qué pasaría si los cincuenta haitianos consumieran súbitamente tanto como cincuenta norteamericanos? ¿Qué pasaría si toda la inmensa población del Sur pudiera devorar al  mundo con la impune voracidad del Norte? ¿Qué pasaría si se multiplicaran en esa loca medida los artículos suntuarios y los automóviles y las neveras y los televisores y las usinas nucleares y las usinas eléctricas? ¿Qué pasaría con el clima, que está ya cerca del colapso por el recalentamiento de la atmósfera? ¿Qué pasaría con la tierra, con la poca tierra que la erosión nos está dejando? ¿Y con el agua, que ya la cuarta parte de la humanidad bebe contaminada por nitratos y pesticidas y residuos industriales de mercurio y plomo? ¿Qué pasaría? No pasaría. Tendríamos que mudarnos de planeta. Éste que tenemos, ya tan gastadito, no podría bancarlo. El precario equilibrio del mundo, que rueda al borde del abismo, depende de la perpetuación de la injusticia. Es necesaria la miseria de muchos para que sea posible el derroche de pocos. Para que pocos sigan consumiendo de más, muchos deben seguir consumiendo de menos. Y para evitar que nadie se pase de la raya, el sistema multiplica las armas de guerra. Incapaz de combatir contra la pobreza, combate contra los pobres, mientras la cultura dominante, cultura militarizada, bendice la violencia del poder. El american way of life, fundado en el privilegio del despilfarro, sólo puede ser practicado por las minorias dominantes en los países dominados. Su implantación masiva implicaría el suicidio colectivo de la humanidad. Posible, no es. Pero, ¿sería deseable?

¿Queremos ser como ellos? En un hormiguero bien organizado, las hormigas reinas son pocas y las hormigas obreras, muchísimas. Las reinas nacen con alas y pueden hacer el amor. Las obreras, que no vuelan ni aman, trabajan para las reinas. Las hormigas policías vigilan a las obreras y también vigilan a las reinas. La vida es algo que ocurre mientras uno está ocupado haciendo otras cosas, decía John Lennon. En nuestra época, signada por la confusión de los medios y los fines, no se trabaja para vivir: se vive para trabajar. Unos trabajan cada vez más porque necesitan más que lo que consumen; y otros trabajan cada vez más para seguir consumiendo más que lo que necesitan. Parece normal que la jornada de trabajo de ocho horas pertenezca, en América Latina, a los dominios del arte abstracto. El doble empleo, que las estadísticas oficiales rara vez confiesan, es la realidad de muchísima gente que no tiene otra manera de esquivar el hambre. Pero, ¿parece normal que el hombre trabaje como hormiga en las cumbres del desarrollo? ¿La riqueza conduce a la libertad, o multiplica el miedo a la libertad?    Leer el texto completo >

 Tomado de: http://ar.geocities.com/veaylea2002/galeano/ser-ellos.htm

Eduardo Galeano, Ser como ellos y otros artículos, Siglo Veintiuno de España Editores, España, 1992.

La política desde el borde

Categorías de lo impolítico, de Roberto Espósito. Katz Editores, Buenos aires, 2006, 329 páginas.

La literatura política italiana hacia finales de la década del 80 (según confiesa nuestro autor en el prefacio de la segunda edición italiana de 1999, diez años posterior a la primera) parecía no haber sido afectada por la ola deconstructivista que echaba por tierra toda positivización posible de los objetos de enunciación de los distintos saberes. Atiborrada de neofuncionalismo, de political sience y de las éticas de la comunicación, la filosofía política seguía abordando a sus categorías tradicionales de manera frontal, a lo sumo genealógica (cosa que Esposito rescata, aunque señale que se trataba de arrestos individuales) .

“Categorías de lo impolítico” constituye, entonces, una apuesta para pensar lo político desde su borde exterior. No negándolo ni oponiéndosele, sino trascendiéndolo desde su interior (mejor dicho, en su interior). Y es porque lo impolítico, lejos de ser apolítico, lo denuncia, denuncia la despolitización que está ya implícita en lo político. Lo impolítico no sólo no se opone a lo político, sino que ocupa su mismo espacio, coincide con él, no lo niega. Lo impolítico es la afirmación máxima de la política: sostiene que no hay otra política que la política, que no hay otro poder que el poder, otra fuerza que la fuerza. En otras palabras: la actitud impolítica desconecta, a la luz de las palabras de Benjamin, poder y bien.

Porque lo impolítico le recuerda a la política (y ésta es una de sus principales obligaciones) que el bien no pertenece al ámbito de lo político, sino al de lo sacro. Y esta tarea negativa no debe tentarse a salir de su propia y esencial negatividad. No debe, en otras palabras, caer en el nihilismo de una restauración nostálgica del origen. Porque el origen, al igual que el bien, está ya desde siempre, diferido, sustraído a la representación.

El ámbito de lo político es el del poder, de la potencia de lo profano, donde el bien (Dios) está presente sólo como ausencia. De esta manera, la teología política es atacada doblemente (o triplemente). Por un lado, debido a que el bien no puede jamás tomar la forma del poder (de la potencia) y, por el otro, porque el mismo concepto de teo-logía es imposible: lo sacro es irrepresentable, impresentable bajo la forma del lógos.



Historia y democracia

Sabemos entonces, que tanto la categoría de teología política como la sola categoría de teología son desgarradas desde la mirada interior-exterior de lo impolítico. Pero la política tampoco queda en pie: porque lo impolítico también deshace la relación entre filosofía y política. La filosofía es incluso lo contrario de la política. A la luz de la lectura de Hannah Arendt (de una Arendt asumidamente radicalizada si se quiere), pero también de Hermann Broch, de Simone Weil, de Elias Canetti, de Georges Bataille y de otros autores bastante difíciles de colocar en las grillas de la filosofía política, Esposito nos confronta con el abismo que se abre entre ética y política.

Y si la idea de una política justa, que hoy se enuncia como la de una democracia plural, se vuelve irrepresentable, no es debido a determinada coyuntura histórica sino, justamente, a la historia. La historia es la historia del poder, no del bien. O, en palabras de Nietzsche, todo devenir es reactivo (tiende a la conservación de su fuerza). El poder no puede ser plural porque el poder es la unidad. El poder político (de origen teológico y romano) es representación y la representación es monolineal, unitaria. La representación de la pluralidad es imposible: el pluralismo político es positivamente irrepresentable porque la constitución de la identidad del nosotros (la unidad de la representación) se estructura en la exclusión del otro.

Esta partición ética/política o la relación enfrentada de la filosofía y la política nos obliga a dejar en claro que la actitud apolítica está implícita en lo político, pero no en lo impolítico. La tarea de la filosofía es no dejarse contaminar por lo político (¿por lo apolítico de lo político?). La modernidad política, a partir de la muerte de Dios, ha absolutizado y divinizado a la historia, es decir, a las instituciones del hombre (al Estado, pero también a los sujetos teóricos de las distintas liberaciones políticas así como también al mercado y a la técnica), apropiándose de lo sacro y absorbiendo todo bajo el manto de lo político.

Esta politización absoluta, esta subsunción de las diferencias bajo la lógica unívoca de la representación moderna tiene consecuencias paradójicamente despolitzadoras, pues intenta anular la lógica del conflicto (que es, sin más, la lógica de lo político).

Pero cuidado. Lo impolítico no propone nuevos valores ni tampoco una recomposición de lo divino con la historia (al modo del catolicismo romano de Guardini y Maritain), sino una exacerbación de la imposible relación entre lo profano y lo sacro. La reflexión sobre la comunidad de la muerte de Bataille con la que Esposito cierra este libro (y que es tema central de su libro “Communitas: origen y destino de la comunidad”) refiere al espacio inhabitado e inhabitable de la afirmación de lo impolítico. O, en todo caso, la afirmación de lo impolítico sólo puede darse bajo la forma de la muerte en común.

La tragedia de Numancia frente a Roma no constituye tanto un hito de heroísmo militar (político), sino más bien de su reverso. Porque lo que constituye una comunidad no son tanto sus actividades productivas (de alimentación y de medios de producción) como su relación con la muerte (no con el miedo a la muerte, lo que sería un hobbesianismo), con la experiencia imposible e irrepresentable de una muerte en común.

 Disponible en: http://www.lacapital.com.ar/2007/04/22/seniales/noticia_382722.shtml#